Las aguas termales son usadas desde hace milenios para beneficio del ser humano. Diferentes culturas han encontrado en ellas un método para recuperar la salud del cuerpo y de la mente. Los pueblos andinos no fueron una excepción. Las montañas ecuatorianas poseen una riqueza excepcional en aguas geotérmicas, que ya eran conocidas y muy populares desde el incario. A pocos kilómetros al suroeste de Cuenca, vía a Soldados, se hallan las Termas de Pumamaqui.
Este es un emprendimiento reciente, considerando otros sitios del país más desarrollados y antiguos. En Pumamaqui las aguas brotan de forma natural del suelo. Son burbujas de salud. Tiene piscinas de diferentes temperaturas, terapias sanadoras de contraste frío-calor, baño turco y arcilla. Espacio primordial para liberar la mente del estrés del día a día y la rutina. Para dejar a un lado todos los problemas. A este objetivo contribuye el paisaje que le rodea junto al río Yanuncay. Ubicado en el valle de Soldados.
El topónimo de Pumamaqui surge porque en los alrededores crece una especie de árbol, cuyas hojas tienen la forma de una pata de león. Pumamaqui entonces se traduce como pata del puma. Para llegar al balneario hay que tomar la vía San Joaquín-Soldados-Chaucha. En el km 23 existe un cartel de entrada. Luego cien metros de caminata. Está a cinco minutos antes de llegar a la comunidad de Soldados.
Pumamaqui es fuente de tratamientos medicinales. Las características benéficas de sus aguas se deben a la alcalinidad y su composición a base de iones de Sodio, Potasio y Calcio. Dan un efecto relajante. Recomendadas para combatir una lista enorme de dolencias: hipertensión arterial, reumatismo, gota, lesiones articulares, musculares y óseas, descalcificaciones y malformaciones óseas, bronquitis, secuelas quirúrgicas, artritis y arterioesclerosis; afecciones de las vías respiratorias y del oído, insomnio, enfermedades nerviosas, enfermedades de la piel, paraplejías y otras dolencias.
Su infraestructura es sencilla. Suficiente para el que busca una experiencia diferente. En las termas el agua se canaliza a piscinas construidas con piedra y cemento. Tiene vestidores y baños. El servicio está complementado con platos típicos. Los visitantes pueden solicitar comida vegetariana, pizza y bebidas.
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La parroquia rural de Baños, al sur oeste de la ciudad de Cuenca, es considerada como uno de los sitios más atractivos para descansar y recuperarse. Han pasado casi ocho décadas desde que inició el uso de las aguas termales de esta zona con fines recreativos y curativos.
Baños conserva su imagen de pueblo rural andino típico, dominada por su imponente templo de color celeste consagrado a la Virgen de Guadalupe. La iglesia fue construida por mingueros o trabajadores comunitarios en los años 50 del Siglo XX. Es una imitación de la Catedral Nueva, en el centro de Cuenca. La parte alta de la parroquia es un mirador de Cuenca. El 8 de septiembre es la fiesta en homenaje a la Virgen de Guadalupe.
Sin embargo, todo cambió en el pueblo, con la modernización de sus balnearios o “spa” de aguas termales, hosterías y restaurantes de comida típica. Hay diferentes ofertas para disfrutar de servicios como hidromasajes, masajes profesionales, piscinas en la superficie y subterráneas, termas de contraste, cavas de barro, baños turcos, entre otros.
En la gastronomía se destacan las famosas empanadas de viento. La tradición gastronómica que también hace famosa a Baños, la inició Rosa Nasipucha. En la actualidad hay una variada oferta de comida en decenas de negocios.
A las aguas termales de Baños se les atribuyen propiedades curativas. Estas aguas tienen su origen en “La Loma de los Hervideros”. Salen a la superficie a una temperatura de 75°C. Luego de enfriarlas, se usan a unos 36 a 42°C. José Barros Alemán, adulto mayor oriundo de la parroquia, recuerda que el servicio de balnearios lo inició la familia de Ricardo Durán Brito y Matilde Alemán, quienes fundaron Balnearios Durán, en la década de los 40 del pasado siglo. Don José recuerda que la gente caminaba desde Cuenca, porque no había transporte. Eran grupos de jóvenes de colegios y universidades, que iban al único lugar en Cuenca con piscina de 25 metros para practicar la natación. Luego se fueron incrementando las piscinas. Y más recientemente han abierto servicios cadad vez más especializados en el área de bienestar y belleza, dentro de la categoría “spa”, tales como Piedra de Agua o Novaqua Spa.
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El Barranco tiene una extensión de dos kilómetros. Inicia en el barrio de el Vado y termina en el Museo y Parque Arqueológico Pumapungo. Es posible recorrerlo de manera íntegra, por cualquiera de las dos márgenes del río. Pero por la margen del Paseo Tres de Noviembre, se puede recorrer el Barranco también en bicicleta.
Puntos de interés del Barranco, para fotos de postal, a lo largo del trayecto son: la Casa de los Arcos, la bajada del Puente del Centenario, la casa de la familia Ordóñez, el antiguo Hotel Crespo, el Museo Remigio Crespo, el CIDAP (Centro Interamericano de Artes Populares), las Escalinatas del Parque de la Madre, la iglesia y barrio de Todos Santos, el Puente Roto y el Museo y Parque Arqueológico Pumapungo.
Por intermedio de varios puentes peatonales y de vehículos, la ciudad histórica, del lado del Barranco, queda unida a la ciudad nueva, al otro lado del río Tomebamba. Un lugar relativamante reciente es la Alameda 12 de Abril, un paseo arborizado que permite observar y fotografiar El Barranco río Tomebamba con mayor perspectiva, mientras se camina entre el Puente del Centenario y el puente de la Bajada de Todos Santos.
Un mito romántico idealiza El Barranco. Existe la creencia que su paisaje y naturaleza son inspiración para poetas, músicos, fotógrafos, enamorados y visitantes. Pero sin duda quienes disfrutan caminándolo, se maravillan con sus casas colgantes, la abundancia de pájaros y la diversidad de especies de árboles y plantas. También atrae la tranquilidad que brinda el sonido de las aguas del río Tomebamba. Hoy es posible detener la caminata y entrar a alguno de los bares o restaurantes abiertos en el sector para disfrutar de excelente comida, de una bebida refrescante y hermosas vistas panorámicas de la patre nueva de la ciudad. El Barranco es sitio obligado de visita en Cuenca. Permite la realización de actividades deportivas, artísticas o al aire libre.
Durante los años 70´s y 80´s del Siglo XX se desarrolló un oficio en El Barranco, las lavanderas. Mujeres que bajaban a la orilla del río para lavar ropa. Otra actividad típica que se perdió por la sobre explotación del recurso, es la pesca. Hace décadas, en temporada, los cuencanos bajaban por miles a El Barranco a recoger peces de las aguas del río.
El Tomebamba es el principal recurso hídrico de la ciudad. Nace en las lagunas del Parque Nacional Cajas, fuente de agua potable. El río Tomebamba es Afluente del río Paute donde, aguas abajo, en plena cordillera oriental de los Andes, funciona la más grande represa hidroeléctrica del Ecuador.
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Los habitantes de este barrio tradicional de Cuenca consideran al lugar como una reliquia cultural, debido a que conserva muchas características de la ciudad del pasado y es fuente de inspiración para artesanos y artistas, debido a la presencia de El Barranco del río Tomebamba, la típica subida y la Cruz.
La cultura y la memoria de Cuenca continúan vivas en El Vado, aspectos de los que solo se puede tener la vivencia cuando se camina por sus veredas y se entra a sus casas, para compartir con la gente. El barrio está lleno de personajes. El Vado lleva ese nombre porque era y sigue siendo uno de los puntos de acceso más importantes al Centro Histórico de Cuenca desde el sur, atravesando el impredecible Río Tomebamba.
Las edificaciones del sector conservan estilos coloniales y republicanos, que se complementan con sus calles adoquinadas. Es famosa la “Casa de la Lira”, lugar natal del músico José María Rodríguez. La calle principal se llama La Condamine en homenaje a uno de los científicos de la Misión Geodésica francesa del Siglo XVIII. También son admiradas las casas colgantes del Barranco. La historia del sitio se remonta a los primeros años de la colonización española, cuando los conquistadores buscaban un lugar visible para colocar La Cruz.
Las principales actividades que se desarrollan en El Vado son artesanales y artísticas. Entre los artesanos destacan los maestros luthieres o constructores de instrumentos, hojalateros, forjadores, talabarteros, peluqueros, barberos, bordadoras, pirotécnicos, sombrereros o panaderos. Una intensa actividad artística gira en torno al Centro Cultural El Prohibido, que contiene un museo de arte extremo, sitio de encuentro para gestores y actores culturales de la ciudad o para la actividad de grupos de bohemios.
En el marco de la cultura local, son renombradas las fiestas de El Vado, citadas en poemas y canciones populares como “Por eso te quiero Cuenca” a ritmo de “capizhca”, compuesta por Carlos Ortiz Cobos. También son muy famosas sus competencias atléticas en el mes de mayo.
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El Bioparque Amaru (Amaru Bioparque Zoológico Cuenca) es una organización zoológica ambiental que ofrece una experiencia única de contacto con animales y plantas que forman parte de la riqueza natural y cultural de Ecuador. El Bioparque está ubicado a 10 minutos del centro de la ciudad de Cuenca, en la autopista Cuenca – Azogues.
Por medio de las instalaciones construidas en su Bioparque temático, Amaru busca inspirar a la gente para que promueva el conocimiento y protección de la biodiversidad del Ecuador, gracias a experiencias de contacto directo con espectaculares animales rescatados, que ya no pueden regresar a su hábitat y que en Amaru encuentran el espacio más cercano posible a su entorno natural.
Cada año Amaru recibe alrededor de 450 animales que llegan en diferente estado, algunos de ellos víctimas de la cacería ilegal, del tráfico ilegal de especies, decomisos por parte de la Policía Nacional, donaciones etc. Cuentan con la única clínica de fauna silvestre en el sur del país.
Amaru realiza programas de voluntariado, visita, recreación, educación, comunicación e investigación en alianza con autoridades y organizaciones ambientales, con apoyo de varias empresas privadas y con participación de las comunidades locales.
El Bioparque puede ser recorrido a diario a través de varios kilómetros de senderos, para conocer a más de 42 especies de animales rescatadas.. De los Andes, el oso de anteojos, pumas, cóndores, venados de cola blanca o águilas pechinegras. De la Amazonía el jaguar, caimanes, guacamayos, anfibios y monos. De las Islas Galápagos, piqueros de patas azules y tortugas. El Bioparque incluso ha rescatado animales del África, ilegalmente traídos al Ecuador, como leones y avestruces.
La mejor experiencia Amaru la ofrece con su Programa de Voluntariado, con participantes de todo el mundo, que trabajan en todas las áreas que del Bioparque. Pasan un tiempo en nutrición donde se realizan dietas para todos los animales; otro lapso en veterinaria donde tendrán contacto directo con los animales y colaborarán con los médicos veterinarios; en mantenimiento con el personal de construcción, realizarán trabajos para la creación de nuevos hábitats; en educación trabajarán directamente con los visitantes y las instituciones educativas que visitan Amaru.
Cada voluntario debe generar, ejecutar y culminar proyectos puntuales. Estos objetivos se asignan desde el primer día de estadía. El voluntariado es una oportunidad única para conocer más sobre la vida silvestre, educación ambiental, mejorar el español y descubrir la cultura local de Cuenca, Patrimonio Cultural de la Humanidad UNESCO y que alguna vez en el pasado remoto fue la segunda capital del Imperio Inca.
Fuente: Fundación Municipal Turismo para Cuenca
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La Calle Santa Ana, flanqueada en toda su extensión por las moles de la Catedral Nueva y el antiguo Seminario, es el punto exacto donde comenzó su desarrollo la ciudad de Cuenca, hace medio siglo.
El 12 de Abril de 1557, un pequeño grupo de 30 personas, reunidas en la que era la única calle del lugar, junto a una acequia, fundaron de manera solemne la urbe, que ahora es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Desgraciadamente, la memoria de la calle, quedó dormida. El espacio de esta fue ocupado durante décadas para otros menesteres. Personajes abusivos terminaron por tapiarla mediante medidas arbitrarias y pasó a ser la extensión de un centro educativo, durante gran parte del Siglo XX.
Por suerte para la historia de la ciudad, la Calle Santa Ana, designada con el nombre de la madre de la Virgen María, fue rehabilitada para la circulación de peatones. Es un bello pasaje adoquinado a mitad de cuadra, que conecta de este a oeste la calle Benigno Malo con la Padre Aguirre.
Para los cuencanos, la calle es un símbolo de identidad y de la riqueza patrimonial de la urbe. Reabierta en 2017. Desde entonces no ha tardado en convertirse en un importante atractivo turístico del Centro Histórico.
Quienes tomen la decisión de caminar a través de ella deben hacerlo pausadamente. Solo así podrán captar detalles como los vitrales, el ladrillo visto o las esculturas de la Catedral Nueva de un lado; las ofertas de locales comerciales, restaurantes, cafeterías y la arquitectura del antiguo Seminario del otro lado.
Durante la restauración de la calle fueron abiertas dos ventanas arqueológicas, para la observación de vestigios, como los primeros desagües de la Catedral o un viejo pozo. Este último fue convertido por la ciudadanía en un “hueco de los deseos”. Lanzan a su interior monedas de distintas denominaciones o cartas.
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Las Herrerías. Área especial del Patrimonio Cultural de la Humanidad de Cuenca. Históricamente esta calle fue parte del Qhapaq Ñan, luego renombrado Camino Real durante la colonia. Según el testimonio del sabio alemán Humboldt, que recorrió la pequeña calle a inicios del Siglo XIX, se podían apreciar los vestigios de la famosa vía inca entre Ingachaca y Chaguarchimbana.
Fue uno de los caminos que conducía al sur. Pasaba por San Juan del Valle hacia Loja y Perú. El otro era la Avenida Loja. Estos 2 espacios concentraron las actividades de herrería y forja.
La ubicación del oficio de los herreros concluyó por darle el nombre. En 1974 pasó a llamarse Las Herrerías. Su anterior nombre era Antonio Valdivieso. Son parte de su paisaje urbano las casas antiguas, la mayor parte de ellas de una sola planta, la Casa de Chaguarchimbana y la Plaza del Herrero.
Los “herreros” son la característica del sector. La tradición de Las Herrerías se fundió con el trabajo del hierro o metalmecánica. Personas y familias se dedican por varias generaciones a esta artesanía. La actividad de herrar desapareció y los artesanos ahora realizan objetos decorativos para las viviendas: cruces cumbreras, puertas, rejas, cerraduras, herraduras, bisagras, cinceles, azadones, lampas, barretas. El límite es la creatividad. Oficio inicialmente de varones, ahora las mujeres lo mantienen.
Necesidad obliga. Las mismas familias que se dedicaban a la herrería, han dado un giro de negocio, abriendo locales de comida al paso, con mucha tradición. 15 huecas tienen diferentes opciones para un buen desayuno, un bocadillo a media mañana o para el reencuentro con los amigos y la familia al caer la tarde. Principalmente humitas o chumales, tamales, quimbolitos (todos envueltos con base de maíz), empanadas, tigrillos y bolones de verde con chicharon o queso, tortillas de maíz y yuca, café, chocolate, melcocha, helados. La Herrerías, un punto mas de Cuenca que invita a conectarse con el pasado, la vida tranquila y sosegada de un pueblo andino.
Fuente: Fundación Municipal Turismo para Cuenca
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La calle Gran Colombia es el centro de una dinámica actividad comercial, artesanal y cultural de la ciudad de Cuenca. Conocida como la “Calle de las Joyerías”, en ella también se halla un museo dedicado al trabajo de los orfebres.
En unas pocas cuadras, se pueden encontrar negocios de ceramistas, ropa, bordados, artículos de cuero, artesanías en general. La joya de la corona son los emprendimientos dedicados al diseño, elaboración y comercialización de bisutería. En apenas dos cuadras y en pocos minutos, es posible visitar al menos 10 joyerías con objetos de la más alta calidad realizados por artesanos cuencanos. Y en los alrededores existen otros 10 puntos de venta adicionales.
Para tener una visión de conjunto de este trabajo artesanal, una opción es visitar el Museo de la Joyería Cuencana. Tiene una sección que reconoce la trayectoria de destacados joyeros de la ciudad. Otra sección exhibe herramientas y técnicas empleadas por los orfebres. En el taller se aprecia el proceso de elaboración de las joyas. El circuito se completa con la exhibición y venta de productos acabados. Los joyeros de la ciudad se hallan organizados en una Asociación, que agrupa a unos 50 artesanos.
En Azuay y Cuenca, la historia de la joyería tiene miles de años. Es herencia de la cultura cañari. En la época preincásica se establecieron las nociones del arte. La tradición cañari se fundió con el conocimiento de los metales preciosos de los incas. Después, durante tres siglos, las prácticas ancestrales se mestizaron con lo que sabían los españoles y sus métodos de extracción y producción.
La “Calle de las Joyerías” actualmente es la mejor vitrina para observar el progreso y desarrollo de esta artesanía cuencana. Técnicas extranjeras han permitido industrializar los procesos. Los pequeños talleres artesanales se han adaptado a este cambio.
La Gran Colombia, que lleva el nombre de la efímera unidad creada por Simón Bolívar, debe caminarse lentamente. El objetivo: poner atención a los detalles. La arquitectura de sus casas. Las opciones abiertas en sus comercios. Hoy es la columna vertebral del Tranvía de Cuenca.
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La cultura del cerdo juega un papel protagónico en la gastronomía y la nutrición de la población de Cuenca, herencia de la colonia. Una versión de esta cultura son los sánduches de pernil.
Existen en el Centro Histórico de Cuenca decenas de lugares para comer un buen sánduche. Pero una esquina es muy concurrida desde hace cinco décadas: Juan Jaramillo y Miguel Ángel Estrella, parroquia San Blas. Allí funcionan tres locales que venden sánduches de pernil, acompañados de jugos naturales o bebidas frías. Son huecas patrimoniales ideales para conversar temas triviales en buena compañía, mientras se come un emparedado.
Las “fuentes de soda” de la Juan Jaramillo se volvieron tan populares que muchos clientes convirtieron a su producto estrella en comida de diario, no solo en aperitivo. El pernil se obtiene de la pierna de chancho adobada y cocinada a fuego lento. De este se desprenden pedazos de carne para armar el sánduche. Es costumbre del consumidor aderezarlo con un potente ají mezclado con cebollas, que proporciona la hueca.
Sirven lo mismo, pero el sabor en cada uno de estos locales es distinto. Hay como notar más la diferencia al probar el ají. El remate ideal es el jugo de coco bien frío.
El sánduche, cómida rápida y barata, tuvo un origen aristocrático. Fue inventado por John Montagu, cuarto conde de Sandwich, en el Siglo XVIII, para dar rienda suelta a su obsesión por el juego de las cartas. Con esta golosina podía jugar sin parar mientras comía. En el presente el sánduche, adaptación ecuatoriana de la palabra inglesa sandwich, aceptada por la RAE como sándwich o emparedado, es sin lugar a dudas una comida popular.
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La elaboración y el consumo de dulces tradicionales es una costumbre muy cuencana, herencia de la colonia. Trabajan en este oficio los conventos de monjas de claustro y las familias de Cuenca los compran como obsequio especial a parientes y amigos.
Conocidos también como “Dulces de Corpus Christi”. Consisten en una variedad de golosinas que abundan durante la fiesta del Septenario, en junio. El Septenario o la Fiesta de Corpus Christi es la celebración religiosa más antigua de Cuenca, establecida con la Fundación de la ciudad. Consiste en 7 días de festejos en homenaje al Cuerpo de Cristo. En este lapso salen a la venta masivamente los apetecidos dulces, en las decenas de puestos de venta artesanales que se instalan en el Parque Calderón.
El Septenario o Corpus Christi está bajo la organización de la Arquidiócesis de Cuenca, que nombra a priostes, uno por cada día. Los priostes cubren los gastos de banda de pueblo, globos, castillos, vacas locas.
En la Hermano Miguel, en una de las antiguas celdas del Monasterio de la Conceptas, adaptada hacia la calle para local de arriendo, funciona una hueca tradicional que se dedica a vender dulces de Corpus durante todo el año. Lleva el sugestivo nombre de “El Suspiro”. En la misma cuadra, al frente de este local, existe otro que también vende dulces todo el año: Corpus. Son dos ejemplos de la creatividad y laboriosidad de las artesanas y artesanos cuencanos.
Emprendimientos familiares de estos dulces existen por toda la ciudad. Ofrecen el mismo producto. La diferencia está en las recetas, en las maneras de hacerlos. Fórmulas heredadas de generación en generación. Las opciones son innumerables en todo el Centro Histórico.
Con harina, frutas, leche, huevos, coco y azúcar hay como obtener más de 30 variedades, entre ellas los quesitos, cocadas, frutas de azúcar, huevos de faldiquera, quesadillas, alfajores, monjas, suspiros, pañuelos, pucañahuis, kuskingas, roscas, roscones, cuyes de chocolate… Los más económicos y populares son los quesitos.
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San Joaquín, parroquia rural al oeste de Cuenca. Famosa por sus restaurantes de comida típica y su producción de hortalizas en pequeños huertos particulares. Los fines de semana es una tradición de las familias cuencanas almorzar las “carnes de San Joaquín”.
En los barrios Cristo del Consuelo y Cruz Verde funcionan una decena de emprendimientos gastronómicos. Sus propietarios los han heredado desde hace tres generaciones. La costumbre de asar carnes se inició en San Joaquín a finales de la década de los 60 del Siglo XX. Muchos de estos locales llevan medio siglo funcionando.
Todos ofrecen lo mismo. La diferencia la hacen con las recetas, que han pasado de padres a hijos y la decoración de los locales, que generan microambientes culturales acogedores.
La base para la preparación de platos son las cecinas de res o de cerdo. La cecina consiste en un fino corte de carne aliñada. Cada restaurante tiene su secreto, pero básicamente este aliño contiene sal, cebolla, ajo, culantro y perejil. La cecina condimentada se deja reposar y luego se fríe. Hay una variedad de acompañamientos, según el gusto de los comensales. El principal es el mote, o maíz cocido. Tiene dos variantes: el mote pillo (revuelto en huevo) y el mote sucio (revuelto en manteca de chancho). Otros acompañantes pueden ser la ensalada o la tortilla de papa conocida localmente como “llapingacho”. Un plato distinto, que hace de entrada, son las papas con cuero, una especie de sopa, que tienen el nombre de “papas locas”. Más opciones: habas con queso, tamales, caldo de gallina, mazorca de maíz o “choclos” con queso. Bebidas a escoger.
Mientras se almuerza, las personas pueden observar los cultivos de hortalizas y flores. San Joaquín tiene vocación agrícola. Es el huerto de Cuenca y provee principalmente de col a ciudades cercanas como la populosa Guayaquil. La atención de la demanda a gran escala se remonta al año 1972, con el apoyo de los Cuerpos de Paz de los Estados Unidos y el CREA.
San Joaquín existe como parroquia rural de Cuenca desde el 28 de diciembre de 1944. Su principal producción artesanal son las canastas tejidas con fibras vegetales del zuro y la duda. Otros productos que confeccionan los artesanos con esta materia prima son pañaleras, recuerdos, sopladores, adornos, entre otros. Hay por lo menos16 talleres que generan empleo local.
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Un paseo por los talleres y museos del sombrero de paja toquilla, conocido mundialmente como “Panama Hat”, nos hará descubrir que en realidad es originario y elaborado en el Ecuador. Una de las regiones en la que se teje es en el austro ecuatoriano, provincias de Azuay y Cañar. La UNESCO declaró el 5 de diciembre de 2012 al tejido tradicional del sombrero de paja toquilla como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.
Para recuperar la memoria histórica de esta artesanía que fue fundamento económico de la población ecuatoriana, sobre todo del sur del país durante el siglo XX, se inauguró en el año 2014 el Economuseo Municipal Casa del Sombrero, en la ciudad de Cuenca, en una antigua y emblemática casona, que funcionó como fábrica de sombreros. La iniciativa es pública y gratuita.
Iniciativas privadas también contribuyen a mantener espacios en los que se cuenta la historia del sombrero de paja toquilla. La primera es el Museo del Sombrero de la familia Paredes Roldán (Calle Larga y Padre Aguirre, Centro Histórico). La fábrica continúa funcionando en el sitio y el visitante puede comprar un sombrero a la medida. El segundo espacio es el Museo “La Magia del Sombrero” de la empresa Homero Ortega (Avenida Gil Ramírez Dávalos 3-86, detrás del Terminal Terrestre, Cuenca, Ecuador).
En 1830 los sombreros eran comercializados en Panamá. El sombrero ecuatoriano ganó popularidad por ser resistente, liviano, permitir que el sudor se evapore, doblarse para guardarlo y combinar con vestimenta ligera de verano. Cuando se construía el Canal de Panamá, los obreros lo utilizaban y una fotografía del Presidente de los Estados Unidos Teddy Roosevelt, en 1903, usando el sombrero durante una visita fue ampliamente publicitada, lo que ayudó a originar el nombre de “Panama Hat”. Toda esta historia e industria se fundamenta en el trabajo de miles de artesanas y artesanos tejedores que viven en las poblaciones cercanas a Cuenca, tales como Chordeleg, Gualaceo, Sígsig, Azogues y Biblián. También es conocido como sombrero de Jipijapa o Mentecristi, poblaciones en la costa ecuatoriana que fueron los centros originales de su elaboración.
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